Claudia Barriga Cifuentes, alumna de prácticas del Grado de Psicología de la URJC

Todas las personas somos diferentes en muchos aspectos, uno de ellos es la personalidad, ¿cuánta gente conoces que sea igual de amable o igual de introvertida que otra? Lo cierto es que los rasgos no los tienes o los dejas de tener; son un continuo y se desarrollan, en mayor o menor medida, en función de cada uno (Andrés, 2008).

Del mismo modo sucede con la sensibilidad. Hay personas que se caracterizan por su singular forma de sentir, pensar e interaccionar con los demás y con el mundo, se denominan Personas Altamente

Sensibles. Actualmente, hay evidencia de que alrededor del 20% de las personas poseen este rasgo (Pardo, 2018). Por lo tanto, puede que conozcas a gente que lo tenga o incluso seas tú mismo quien lo posea.

La psicóloga e investigadora Elaine N. Aron (1997) fue quien descubrió que el sistema nervioso de las Personas Altamente Sensibles les permite percibir y procesar los estímulos de una manera más intensa en comparación con el resto. Esto sucede de manera indistinta en función del género. Además, señala una serie de propiedades básicas que nos ayudan a distinguir a las PAS: Procesamiento profundo de la información, fácil sobreestimulación, alta reactividad emocional y sensibilidad ante estímulos sutiles:

Por un lado, las Personas Altamente Sensibles procesan de manera profunda la información sensorial y cognitiva que reciben. Esto quiere decir que elaboran de una forma más precisa y detallada los estímulos. En consecuencia, se sobreestimulan fácilmente, pues no tienen que hacer esfuerzos para registrar todo lo que aparece en su campo visual, auditivo u olfativo, son capaces de recibir el cuádruple de información que una persona no PAS, mostrando en consecuencia fuertes respuestas emocionales.

Por otro lado, las PAS se caracterizan por una alta reactividad emocional ante los estímulos, presentan empatía elevada por los sentimientos ajenos, son capaces de sentir lo que sienten los demás, tienen alto sentido de la justicia y respeto por las otras personas. Además, se trata de personas muy creativas en diversos ámbitos como la pintura, la música o la escritura. Al mismo tiempo, cabe destacar la sensibilidad que presentan hacia los estímulos sutiles, es decir, son buenos observadores y se fijan en los matices o detalles de los estímulos que les rodean.

Así pues, ser una Persona Altamente Sensible tienen efectos tanto positivos como negativos. La capacidad de sentir empatía, intuición, entender el lenguaje no verbal y conectar con los demás son efectos positivos que pueden tener como consecuencia los rasgos relacionados con la alta sensibilidad. Sin embargo, en ocasiones dicha capacidad también pueden ser causante de estrés y por esta razón dar lugar a depresión y ansiedad. Pues son más sensibles emocionalmente, se pueden sentir abrumados por los estímulos del entorno y pueden tener dificultades a la hora de poner límites (Sohst, 2017).

No obstante, los efectos negativos pueden ser superados mediante la puesta en marcha de habilidades y estrategias que permitan manejar tanto las emociones, el estrés como la sensibilidad en distintos entornos (Zegers de Beijl, 2015).

En consecuencia, la terapia psicológica es un tratamiento muy útil en estos casos. En ella, se trabajan distintas áreas en función de las particularidades de cada paciente. En relación con las emociones, se aborda el autoconocimiento, la autorregulación emocional con estrategias como la relajación para ajustar las emociones intensas que se pueden sentir, y el autocuidado. También, se promueve la autoestima y la aceptación para que el paciente sea capaz de valorarse a sí mismo. Respecto al manejo del estrés, se enseñan estrategias de afrontamiento que a su vez contribuyen al bienestar emocional. En conclusión, se fomenta el desarrollo de estrategias adaptativas para poner en marcha en distintas situaciones que puedan suponer dificultades.