Hijos autoexigentes

A veces la autoexigencia comienza cuando los niños se acostumbran a escuchar “muy bien” constantemente. ¿pero, esto no fomenta su autoestima? No, halagar a un niñ@ de manera frecuente e inespecífica puede hacer que piense que sólo puede hacer las cosas bien, y que no tiene margen para el error, lo que hará que este más estresado y temeroso, sobre todo ante las nuevas actividades.

La mejor estrategia es servirles de modelo. Todos nos equivocamos, incluidos papá y mamá. Mostrarles que no ocurre nada cuando cometemos errores y que todos (incluso sus héroes) pueden ser imperfectos. También es importante que no siempre les dejemos ganar en los juegos, de vez en cuando, nosotros también podemos ganar en su juego favorito y enseñarle que no ocurre nada malo por perder.

En ocasiones la autoexigencia en nuestros hijos viene de unas elevadas expectativas. La perfección no existe y menos cuando se trata de niñ@s.

Cuando felicitemos a nuestro hij@ por algo, que sea sin “peros”, sin hacer hincapié en algún detalle que no haya quedado del todo bien.

Ser capaz de reírse de uno mismo, de los errores cometidos, es una de las habilidades más destacadas de las personas con una alta autoestima, además es una herramienta muy útil a nivel social, ya que los niñ@s muy autoexigentes tienen dificultades para gestionar la risa de los otros cuando está relacionada con algún error. De esta manera aprenderá a reírse él/ella mismo y con los demás.

Los niñ@s autoexigentes han aprendido a medir su valía en base a los logros conseguidos. Sin embargo, lo que realmente les va a ayudar a mejorar y a enfrentar nuevos retos, será disfrutar de lo que hacen, y eso ya les va a requerir esfuerzo.

Cuando les resolvemos los problemas a los niños, les transmitimos el mensaje de que “fracasar no es una opción” o que no los vemos capaces de hacerlo. Esto ataca fuertemente a su autoconcepto y aumenta su autoexigencia. Es mejor ayudarlo, y mejor aún, preguntarles si desean nuestra ayuda, aunque sólo sea en una parte del proceso, ya que, a lo mejor, no todo les resulta difícil.

Si no les enseñamos a ser perseverantes no cumplirán muchas de sus metas o propósitos y eso les generará mucha frustración. Si algo no sale bien a la primera, no pasa nada, podemos seguir intentándolo e incluso pedir ayuda, hasta aprender a hacerlo bien.

Como dijimos antes, los papás somos su referente, su modelo. Si ven que nos frustramos en cuanto no conseguimos algo o cometemos un error, que abandonamos, o que vivimos los errores como tragedias, aprenderán que fallar no es una opción.