Tener un hermano o hermana significa contar con un aliado de por vida, una persona con la que siempre podrás compartir tus penas y alegrías. Para la mayoría de los niños, los hermanos son la primera relación entre iguales, a través de la cual aprendemos a compartir, a relacionarnos socialmente y adquirimos muchas de las competencias emocionales que nos acompañarán el resto de nuestras vidas.

Por eso hoy, Día Mundial del hermano, vamos a analizar algunas las ventajas de tener hermanos durante los primeros años de la vida de un niño.

  • Los hermanos son nuestros primeros amigos. Tener uno o varios hermanos supone tener siempre a mano compañeros de juegos, alguien a quien confiar tus secretos o en quien apoyarte durante los momentos complicados.
  • En una familia con varios hijos los niños aprenden a compartir desde muy pequeños, no solo los objetos materiales, sino también la atención y el tiempo del resto de miembros de la familia.
  • La convivencia con los hermanos favorece el desarrollo de habilidades sociales y fomenta el aprendizaje de valores como el respeto, la empatía, la generosidad, la colaboración y la responsabilidad. Hay estudios que incluso indican que los niños y niñas con hermanos tienen más facilidad para socializar, pues ya están acostumbrados a relacionarse con otros niños.
  • La figura de los hermanos es muy importante en el aprendizaje de los niños. Los más mayores sentirán orgullo al ser maestros y ejemplo para sus hermanos menores, mientras que los más pequeños tendrán un referente no adulto al que admiran y respetan del que aprender.
  • Los inevitables conflictos entre hermanos también suponen una fuente de aprendizaje, pues los niños deben comenzar desde muy pequeños a resolver los conflictos que se generan en el día a día. Aprenden a negociar, a ceder y a anteponer las necesidades de otra persona a las suyas propias.

No obstante, la llegada de un nuevo hermano a la familia, puede suponer un reto importante en la vida de un niño, sobre todo si hasta ese momento era hijo único.

 La llegada de un nuevo hermanito

 

La aparición de celos, inseguridad e incertidumbre ante el nacimiento de un hermano o hermana es totalmente normal, ya que el pequeño puede ver peligrar su situación privilegiada dentro del núcleo familiar. Es lo que se conoce como Síndrome del príncipe destronado.

Por ello, debemos encargarnos de dejar claro al futuro “hermano mayor” que la llegada de un nuevo miembro a la familia no va a significar una disminución en el cariño o la atención que va a recibir por parte de sus padres.  Algunas pautas que pueden ayudarnos son las siguientes:

  • Conviene anticipar los cambios que van a producirse con el nacimiento del bebé, los cuidados que va a necesitar, etc.
  • Se debe prestar especial atención a la comunicación con el hijo o los hijos mayores, para que puedan expresar sus preocupaciones e inquietudes.
  • Conviene evitar otro tipo de cambios en la vida del niño que coincidan con la llegada del bebé como, por ejemplo, empezar la guardería, ya que el niño lo asociará a la llegada de su nuevo hermano.
  • Debemos ser muy empáticos con el niño, que está en proceso de adaptación a la nueva situación. Hay que evitar las comparaciones con el bebé y hacer énfasis en las ventajas que tiene ser el hermano mayor.
  • Conviene implicar al niño en el cuidado del bebé, destacando lo útil que nos resulta su ayuda.
  • Debemos dedicar tiempo en solitario a cada uno de los hermanos y combinar las actividades individuales con planes divertidos en familia para que el niño tome conciencia de que ahora el bebé forma parte de la familia.

 Problemas entre hermanos

 

Una vez superado el periodo de adaptación a la nueva composición familiar, no desaparece el riesgo de conflictos entre los hermanos.  Igual que los niños encuentran afecto y amistad en los hermanos, también deben aprender a sobrellevar otros sentimientos no tan positivos como los celos, la rivalidad o la excesiva competitividad.

Los conflictos puntuales entre hermanos (bromas, discusiones, etc.) son totalmente normales, pero es importante que los padres se mantengan alerta para identificar situaciones más graves que puedan perpetuarse en el tiempo y generar una mala relación de adultos. Sobre todo, deben poner especial cuidado en no alimentar, aunque sea inconscientemente, situaciones que favorezcan una mala relación entre los hermanos.

Cada niño es diferente y, por tanto, requiere de sus padres un trato diferenciado. Debemos educar a los hijos de manera adaptada a las características de cada uno, potenciando sus puntos fuertes pero sin caer en constantes comparaciones con sus hermanos.

Obviamente, los padres no deben mostrar preferencia por ninguno de los hermanos ni crear roles dentro del núcleo familiar. Los calificativos como “el listo”, “la deportista”, etc. pueden dañar la autoestima del resto de nuestros hijos, hacer que pierdan el interés por determinadas actividades y que se sientan desconectados del resto de miembros de la familia.