12 de mayo, Día Internacional de la Enfermería
Los enfermeros han sido y siguen siendo sanitarios fundamentales en esta pandemia. Su labor se ha reconocido entre sus compañeros de sector e instituciones independientes a través de distintos premios y galardones, como por ejemplo, el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2020, donde junto al resto de sanitarios se ha reconocido su labor como «un ejemplo de los valores más estimables del ser humano”.
Hoy, 12 de mayo de 2021, se celebra el Día Internacional de la Enfermería y, desde Clínica Universitaria de la Universidad Rey Juan Carlos, no se nos ocurre mejor forma de celebrarlo que compartiendo una reflexión de nuestra compañera Ana Talavera sobre su profesión.
El primer año de carrera, un profesor nos dijo a mis compañeros y a mí que éramos afortunados. Afortunados por haber escogido la profesión más bonita del mundo. Ahora sé que es cierto.
Durante mis años como enfermera, he cuidado a personas en sus últimos días de vida y he visto a algunas de ellas morir. También he visto a niños nacer. He acompañado a bebés en sus primeras horas de vida. He visto a niños enfermar y a muchos recuperarse y resurgir de sí mismos. Sé a qué huele el dolor, el sufrimiento de un paciente, el de su familia y el mío propio al verlos. He conocido la angustia y la agonía. He ofrecido mi hombro para llorar a aquellos que lo necesitaban. Me he enfrentado a la enfermedad. He descubierto los miedos más ocultos de las personas. He visto cómo termina la vida y también he sentido qué es realmente la felicidad. La satisfacción de ayudar a los demás. A preciar lo que realmente importa.
Hace poco leí que aprendemos a valorar nuestra vida cuando tenemos la de los demás en nuestras manos. Cuánta razón. He necesitado visitar un albergue, ponerme durante siete horas un EPI, vivir en un psiquiátrico y cuidar a un bebé en la UCI para valorar lo que tengo, lo que me rodea: la salud y la suerte.
Sí, soy afortunada. La vida, mi vida, me ha dado una oportunidad única de conocer a los seres humanos. Conocer sus penas, sus miedos, sus valores, y saber no solo a cómo curar una herida, también a cómo curar el alma.
Soy afortunada, sí. Afortunada por haber escogido la profesión más bonita del mundo. Porque, al fin y al cabo, no se trabaja de enfermera, SE ES ENFERMERA.
Ana Talavera
Enfermera de la Escuela de Capacitación en el Autocuidado en Procesos Cardiovasculares (E.C.A.P.A.)